miércoles, 30 de diciembre de 2009

Teresa Pèrez

Teresa Pérez hace siglos que no ríe.
La pobreza le arrancó los dientes y la sonrisa,
También le exigió que renunciara a sus hijos
Y harta de oír esa voz,
Harta de sentir el yugo de la miseria
los abandonó a la puerta de una casa
escasa en niños pero abundante en riquezas

Desde entonces, Teresa, está muerta.
Murió aquella tarde por el hambre y por la pena.
Fue una muerte seca.
Limpia y seca.
Desde entonces, Teresa, vive,
Pero su existencia está hueca
Es un montón de huesos y de venas
con olor a calostro y a sangre.
Desde entonces, Teresa,
Reparte por las calles leche fresca
sin ser su dueña
y rezuma la culpa
de ser una madre indolente.

Desde entonces está muy atenta
Y cuando abren la puerta
Y salen sus dos chiquillos
Teresa tiembla,
Siente que su vientre es una piedra,
desea alzar la voz
pero baja la mirada.
Observa que tras los niños,
Una madre risueña canta
Canciones de amor y de siega.

Y entonces, Teresa recuerda
Que la leche que lleva
Con el calor amarga.

Entonces, Teresa recuerda
Que ya no son sus hijos
Y que ella está definitivamente muerta.

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