miércoles, 30 de diciembre de 2009

Juliana

Juliana arrastra su cuerpo,
se desplaza con pasos cortos,
no va a darle tiempo,
ella lo sabe.
El pasillo se agiganta,
la prisa le ahoga,
la vergüenza le estorba,
invoca a dios,
a los demonios,
a todos los muertos,
pero aún así,
la meada le moja los muslos
y siente alivio
y olor a cuadra.

Juliana vive su vejez sin remedio.
Nadie la recuerda,
no existe, por lo tanto,
es un cero a la izquierda.

Nadie reconoce su audacia,
su valor,
su astucia
para conseguir alimento
en medio de esta hambruna,
de estas balas,
de estas jubilaciones precarias.

No es una fábula.

Hasta la memoria
se le escapa a Juliana
entre los muslos del alma
y no siente esta vez alivio
pero si nuestro inmenso
olor a cuadra.

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