miércoles, 30 de diciembre de 2009

Làzaro Pastor

A Lázaro Pastor no le dolía el invierno esperando.

Sobre su mesa:
un puñado de sal
sopa de ajo
y una jarra de vino.
para cualquier mendigo,
para cualquiera que llegue a su casa,
para cualquiera, sucio, mal vestido.

Para cualquier desposeído.

Todos eran bien recibidos.

A todos ungía con aceites profanos
a todos sanaba las pústulas,
limpiaba costras,
a todos arrancaba por un rato lágrimas y sonrisas.

Lázaro, pobrero de oficio,
deseaba no oír los ronquidos de dios
desde siempre tan dormido..
Deseaba comprender por qué sólo los domingos
las monedas tintineaban en los bolsillos,
deseaba, en definitiva, que todos lo caminos
condujeran a mesas repletas de sal, sopa y vino.

Lázaro Pastor fue un buen hombre.
Sencillamente:
Un hombre con corazón,
sin ombligo.
Por eso el día de su muerte
lloraron todos los mendigos,
sus lágrimas cayeron en el mundo como valiosos anillos ,
al recordar al hombre que siempre tuvo dispuesto
para ellos calor de lumbre y de amigo.

Lázaro Pastor, hoy,
debe estar buscando a dios.

Si éste está en algún sitio,
Lázaro interrumpirá su sueño de siglos
y lo condenará a caminar por senderos de limosna y frío
Andrajoso
Vencido.

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