miércoles, 30 de diciembre de 2009

Pedro

Pedro no espera apretando los puños
que alguien lo contrate.
Sale a la calle
con su pobreza solemne.
Torrentes de tristezas lo recorren
palmo a palmo
pero pese a todo
saca fuerzas para
llamar a las puertas
hasta hacerse daño...

La suerte pasa de largo,
sin rozarle,
sin mirarle a los ojos,
sin importarle
y Pedro regresa a casa.

Sobre la mesa, silencio.

Las cucharas continúan vacías,
el hambre acecha,
sus fauces están abiertas,
sus colmillos preparados,
sus mil ojos vigilan desde cerca
Y Pedro,
que sabe que ya todos sus besos están gastados
se da cuenta,
es carne de cañón para las bestias.
No habrá para el, un mañana,
ni un quizá
ni un tal vez
y entonces piensa
que con un tajo
todo habrá terminado,
que dejará de ser
un inútil sin un pan bajo el brazo.

Dejará de ser
y eso será todo.

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