miércoles, 30 de diciembre de 2009

Mateo

Mateo es el dueño de una barraca de feria,
de una gruesa cadena dorada
y de una familia con diez hijos y una suegra.

Mateo tiene un ojo tapado con un parche,
un genio que aún no ha nacido quien le gane
y un olfato especial para saber quien desea engañarle.

Mateo sabe que de cuando en cuando
deberá darse la vuelta,
deberá hacerse el gitano ignorante
para dejar que disparen y lo estafen.

Lo que no sabe Mateo es que de sus diez hijos,
el más pequeño,
el más rubio,
el más obediente
quedará para siempre bajo ese sol que arde,
lo que no sabe Mateo
es que su hijo más bueno,
el único que se atreve a besarle
quedará allí mismo,
convertido en cadáver...

Y no habrá quien lo calme.

Aullará, Mateo, con el niño rubio entre sus brazos,
Y llorará, Mateo, como sólo saben llorar los gitanos
como sólo saben llorar los hombres
que de llantos andan poco entrenados.

Después del entierro,
otra feria los estará esperando,
se irán los barraqueros
con un niño menos en su carne.

Volverán dentro de un año.

Mateo será un siglo más viejo,
un siglo más perverso,
pues murió el único niño
que le ponía a andar el corazón
de tanto besarle.

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