miércoles, 30 de diciembre de 2009

Clara Romero

Clara Romero duele mirarte
empujando la vida
camino del lavadero.

Duele mirarte, Clara.
Débil,
huesuda,
sola con tu mirada,
tu mirada empapada,
tu escasez de palabras
y la tos...
Esa tos que esputa sangre e ignorancia,
esa tos que se coagula,
esa tos prófuga,
esa tos que, como siniestras aldabas,
llama a todas las puertas,
golpea todas las ventanas.
Esa tos que lava ropa,
que la sacude sin esperanza.
Esa tos,
esa jodida tos que desde hace semanas no calla.

Clara Romero,
casi no puede con el canasto.
El agua le desgastó los nudillos por completo,
le arrancó las uñas de cuajo,
le incrustó el frío en el tuétano.

La vida, para Clara, no es un cuento.
Es fatigoso correr detrás de los sueños.

La vida, para Clara es sólo tos,
una tos que le recuerda
su juventud delirante.

Una tos que atestigua:
La muerte está aproximándose.

La vida, para Clara, tiene un precio.
Cantidad inalcanzable
para una lavandera
que prefiere, con su jornal,
mitigar, de su familia, el hambre
y morir así,
de muerte remediable.

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