miércoles, 30 de diciembre de 2009

Liu

Nadie sabe su nombre.
Ni su procedencia.
Nadie sabe su edad.
Nadie sabe que Liu tiene también familia.
Sólo vemos de ella, una mirada oblicua.

Se abre paso entre el gentío que la ignora o abuchea.
Y Liu conserva intacto el manojo de flores, pese a los empujones,
y se detiene frente a quien ella considera que está
lo suficientemente cachondo
o borracho
o solidario
como para comprar flores a un euro.

De bar en bar,
sabe que cuando la risa se afloja,
también aflojan los bolsillos
y entonces se acerca tímida,
soporta tirones de pelo,
roces en las nalgas,
regateos...
Hasta que al fin,
la limosna.

A Liu la violaron una madrugada.
En un portal.
Dos hombres.
Cuando se marcharon,
se abrochó la camisa y la rabia
y olvido para siempre
que su cuerpo había sido embestido
por los mismos que le compraron flores,
los mismos que fueron espléndidos
con sus mujeres de miradas verticales.

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