miércoles, 30 de diciembre de 2009

Manuela Dìaz

Manuela Díaz viajó con sus nueve hijos
en una carreta desvencijada.
Como única pertenencia: el rosario de plata.
Manuela Díaz, mujer espléndida,
en tu espalda está la marca
de trabajos ejecutados con nobleza,
en tus manos están las cicatrices
y en tu frente el sudor
esculpe tristezas,
ni una sola alegría

Manuela Díaz, nueve hijos
(la docena si tres no hubieran muerto al parirlos)
te acompañan al exilio,
te miran manejar el carro
con sigilo
y tienen hambre
y tienen sed
y es tan grande la costumbre
y es tan feroz la rutina de no comer
que callan mientras cantas
.... por no desfallecer.

Manuela Díaz, experta en todos los oficios.
No tiene para dios ni un solo reclamo,
enmudece, tu voz, si pretende quejarse,
manejas hacia alguna parte donde puedas
ganar el jornal que os sacie el hambre.

Manuela Díaz, lavandera, campesina, bordadora.
Manuela Díaz, cocinera, sirvienta, partera
Manuela Díaz prostituta, puta ramera,
Manuela Díaz, mesalina de tercera.

Manuela Díaz, aún no tienes para dios ni un solo reclamo
y manejas el rosario con el convencimiento de las beatas
y te duelen los pechos demasiado transitados
y te duelen los orgasmos ajenos
y te duelen tus nueve niños
mirándote recoger lo que queda sobre el jergón
de los placeres pagados.

Te duele la vida, Manuela,
te duele, simplemente, ser mujer,
en un mundo sin sitio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario