miércoles, 30 de diciembre de 2009

Domingo Gonzàlez

Domingo González
detiene blasfemias y plegarias.
Es el portador de leyendas.
Carga, además una enorme piedra.
Domingo González mientras espera que se cumpla el presagio
saca chispa a los cuchillos
y canta como si fuera el hombre más sólo del mundo,
un hombre sin sombra y sin regazo,
un hombre sin líneas en la mano,
un hombre sin arraigo,
un hombre sonámbulo.

Y entonces,
como en un milagro,
la lluvia cae para acompañarlo en su canto
y entonces,
todo ese amor sin destinatario
se convierte en diluvio.

Domingo González
recuerda los besos, las promesas.
Domingo González
aún recuerda intacto
el sabor de su geografía,
los brazos tiernos,
los pechos,
su sexo sediento.
Domingo González
todos los días recuerda que
mientras él afilaba pobrezas
ella degolló la esperanza,
sin piedad, sin una carta.

Domingo González
recuerda que desde aquella tarde
llueve siempre que canta
pero llueve tristeza ácida,
llueve ruido de metal,
llueven salmos y delirios,
llueve gota a gota
la eterna culpa en su memoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario